
Es de normalidad en la época que nos ha tocado vivir, ajustarnos al día a día. Todo es rápido i consecuentemente exigible. Quiero un coche o cambiarlo y lo quiero ya. En la España nación franquista, lo que aprendimos fue a callar y a no opinar. Dicen los que luchan y por Cristo que lo hacen, que para mantener privilegios históricos, no hace falta que la “mayoría silenciosa” opine, el resto tampoco. Quizá es peor. Opinar no es necesario, ni ha sido elemento a modificar. Con el voto cada cuatro años, ahora nos dicen que es suficiente, antes ni eso. Son los elegidos para decirnos lo que podemos hacer y lo que no. Jamás hubo planteamiento para que la ciudadanía “españoles” mejorara día tras día i año tras año mejoras democráticas, analíticas i de comprensión.
Existen indudablemente las esencias sentimentales y ideológicas. Estos aspectos se convierten previa manipulación, en la defensa de ciertos intereses i privilegios. De hecho, una Nación no es más que un conjunto de intereses. El problema viene cuando esos intereses se convierten en particulares.
Cualquier ciudadano del mundo, lo que quiere para él y su familia es vivir en las mejores condiciones y si es posible acotar ese hecho y blindarlo. La gran emigración, al margen de los refugiados de guerra, que recibe Europa, sucede precisamente por el hecho simple y llano de querer vivir al completo como cualquier ciudadano europeo. Es de justicia reconocer que tienen todo el derecho.
Lo que se está dilucidando ahora en Catalunya, no es tanto si somos parte de la España nación franquista, el que se discute es quien tiene el derecho sobre un pueblo, en este caso el catalán. Estamos convencidos, y no existen documentos que puedan avalar que el pueblo catalán haya hecho la guerra a los gallegos, o a los vascos, ni tan siquiera a los castellanos. Siempre ha sido al contrario, por un motivo u otro. Senzillamente porque no teniamos derecho ni formaba parte de nuestra cultura.
Cierto es que ahora, siglo XXI, las cosas del día a día, no son como antaño y eso nos permite ser civilizados y dirimir antagonismos, en Europa, sin consecuencias desagradables.
Volviendo a los “derechos” sobre quien quienes o un pueblo deben tener, los catalanes y no es ninguna novedad somos de los convencidos de que nadie puede tenerlos. La practica a España nación franquista, ha sido precisamente lo que ha ejercido en el tiempo, incluso ahora lo ejercen, eso sí embadurnada con dosis “democráticas”. España hoy és un Estado sin una separación de los poderes publicos meritoria.
La contienda que tenemos entre manos, Catalunya y España, para los españoles con derechos se tercia en el terreno de la posesión. Catalunya es de España, cual propiedad privada y no, Catalunya es de sus habitantes y lo son en tanto que pueblo determinado a serlo. La discusión no se centra si Catalunya es España o no. La discusión, que no reconocerán los de la España nacional franquista, es sencillamente la capacidad reconvertida en poder para decidir todo. Poder para imponer leyes, y todas las observaciones necesarias para preservar los privilegios de unos pocos, que es lo que ahora sucede en España.
Uno de los argumentos falaces que usan los amantes de sus privilegios es que ellos son garantía de todo. De hecho no dejan de decirnos que son los únicos preparados para que no nos perdamos. Son los que deciden donde hay que gastar y donde no o menos. Son los que deciden que está bien y que está mal.
Catalunya al 1977 entendió y en unas condiciones muy adversas, que lo mejor era aceptar la propuesta franquista para avanzar en democracia. El problema surge, cuando los herederos del franquismo y después del 1978 imponen su Constitución. El Artículo 8 lo dice todo, y pretender, aun con pinceladas democráticas que la España antigua ha de imperar, suponía que antes o después el conflicto estaría servido.
O decido yo o decides tú. Antagónico i simple. Esta es la cuestión. La pretensión, que nunca imposición de los catalanes, era inicialmente repartirnos la capacidad del reparto. Los catalanes unos ilusos, nadie que lo ha tenido todo que continua teniéndolo todo, solo puede cambiar, si asume conceptos democráticos, como participación, transparencia y separación de los poderes públicos. Por tanto estaba cantado, ninguna renuncia a la capacidad de decidir i imponer.
Que una representación del Parlamento catalán, humildemente pida al Congreso español que se nos deje poner las urnas y la respuesta sea no, visualiza indudablemente que los amos del derecho a decidirlo todo continua ubicado en Madrid. Nada tiene que ver con otro hecho que no sea democracia sí o no.
La encrucijada del pueblo catalán, después de una sentencia del Tribunal Constitucional, por encima de la voluntad popular expresada en un Referendum, era obvia, o acatábamos y renunciábamos a nuestros derechos, o escogíamos el camino de la defensa democrática de nuestros derechos. Catalunya mayoritariamente decidió confrontación democrática y la composición de los últimos Parlamentos y gobierno lo demuestran.
Catalunya, ha decidido y seguramente el 27 de Setiembre quedara confirmado que quiere decidirlo todo. Los españoles demócratas harían bien en ver que la confrontación democrática, en ningún caso es para violentar a nadie, sencillamente lo que pretendemos es gobernarnos y decidir todo aquello que suponga mejorar la sociedad. De hecho estamos convencidos que continuaremos practicando la solidaridad con el resto de los pueblos de España, pero con un cambio substancial la decidiremos los catalanes, igual que si tenemos que ceder soberanía a favor de la Unión Europea también lo decidiremos nosotros.
No hay otra cuestión o decidimos nosotros o lo hacen los que quieren mantener por los siglos de los siglos unos derechos que no han de ser suyos. Por cierto, situación que en ningún caso favorece a los intereses de los pueblos de España.